A través de mi experiencia trans

Al llegar yo al mundo, nadie le dijo a mis padres lo que vendría.
No les dieron un manual para tratar a su nuevo pequeño desconocido.
Me colocaron una pulserita en la muñeca, de un color que resultó ser el equivocado.
La sociedad les dijo cómo debían criarme.
Veo pasar el tiempo en las fotografías; avanzo despacio para no quedarme congelado. Los años vuelan y, a través de ellos, aprendo a renombrar el pasado como algo valioso, como parte de mí. Cuando era un chiquillo que apenas empezaba a descubrir su mundo, yo simplemente existía; andaba por todas partes y las cuestiones de género no me importaban demasiado.
Las personas a mi alrededor, mi familia y amigos, hicieron planes e ideas sobre mi futuro, esperando que, cuando creciera, fuera de un modo, de una manera.
Se quedaron cortos con lo que tenían en mente.
Y a mí me quedó muy chica esa vida.
Que mi Dios me perdone, porque las expectativas se cayeron y yo las pisoteé con todas mis fuerzas.
Cuando salí del “armario”, a mis cortos 14 años, estaba aterrado y tenía tanto miedo de decepcionar a todos.
Buscaba respuestas en todas partes; me dijeron que estaba equivocado. Me sentía atemorizado.
No encontraba un lugar al que pertenecer.
El uniforme, durante el colegio, me quedó como un disfraz.
Avancé por el espacio que recorría buscando una señal, buscando lo que estaba mal.
Aprendí a defender las cosas que creo y pienso, las ideas que están en mi mente, a ser consciente de que el mundo está habitado por todo tipo de personas pero no todas van a entender, no todas van a escuchar, y no todas están dispuestas a aceptar.
La vida no ha sido color de rosa. Me he caído tantas veces que perdí la cuenta. Me han tirado, han intentado cortar mi vuelo. Me llenaron de miedo. Conocí el temor y la vergüenza. Me robaron momentos de mi niñez. Me arrebataron el llanto.
Y me levanto. Cada tanto recojo mis fuerzas y las armo de nuevo. Vuelvo a alzar mi cabeza en alto una y otra vez.
Ya no me importa si no lo entienden, si no me aceptan o me excluyen. Seguiré de pie, porque habemos muches a quienes nos tocó la vida así, más difícil, pero también más hermosa.
Miren, hermanes, aprendimos que poseemos armaduras bellas que guardan dentro corazones que no están incompletos, ni rotos, ni carentes de algo.
Y no, ni somos invisibles, ni somos pocos; no estamos enfermos, ni equivocados. Existimos porque así nos ha tocado hacerlo y porque es así como hemos sido desde el momento uno, porque como yo y como nosotres, habemos miles y hasta millones.
No sé qué habría pasado si me hubiera quedado a habitar el cuerpo que se supone era el que me correspondía.
Mi vida sería muy diferente si no me hubiera armado de coraje para ser feliz, si me persiguiera el “cis” delante del género, si no hubiera abrazado los colores rosa, blanco y azul al final del camino.
No me pueden arrebatar mis colores porque los traigo dentro de mi alma, impregnados como aromas en mi persona.
Porque si me los quitan, entonces no soy yo.
Yo, que crecí enfrentando el sistema desde muy chico por la razón de mi existencia. Mi panorama me forzó a ser más amplio. Conocí dos mundos opuestos que en mi cabeza se encontraron en uno solo.
Me tocó enfrentar a una sociedad entera que se opone a que yo esté aquí.
A través de mi experiencia trans conocí a muchas personas que me enseñaron a derrumbar mis prejuicios. Me mostraron que la identidad la puedes vivir de muchas maneras. Me enseñaron a desafiar la construcción del género binario, a enfrentar el discurso que dice que "no se puede corregir a la naturaleza". Aprendí a ponerme cara a cara contra el constructo social y a no bajar la cabeza.
Porque siendo así, trans, se formaron mis memorias y vivencias; así me tocó contar mi historia.
Nadie elige ser de la manera en la que es. No eliges cómo venir al mundo, pero sí cómo vivir la vida que te toca estando aquí.
Miro por la ventana, busco con la mirada a mi yo del pasado y lo abrazo bastante fuerte. Tuve que ser muy valiente para atreverme a buscar mi libertad. A través de mi experiencia trans yo conocí el amor y el desamor, la tristeza y el dolor, el odio y el rechazo.
Ahora entiendo por qué me daba tanto miedo. Ahora veo en retrospectiva, y, sin embargo, nunca me arrepentiría de elegir llevar mi vida desde esta perspectiva.
Desde mi experiencia trans, me fue posible ver el mundo de otro modo, abrir los ojos, amar sin miedo, andar con la cabeza en alto.