Carta de amor a un chico trans

Carta de amor a un chico trans

Para todes les chiques trans, y para quienes quieren aprender a amar a unx

A lo largo de mi vida he escrito muchas cartas de amor. He dedicado palabras cargadas de cariño a mis amigos, amores, y a las personas que pasan por mi vida. Pero es extraño, porque no recuerdo haber escrito alguna vez algo bonito que fuera para mí.

Casi nunca escribo cosas positivas sobre mí. Pienso que no tengo mucho qué decir, y aún así, cuando me encuentro en soledad, sólo yo y mi imagen reflejándose en el espejo, encuentro tantas palabras lindas que me gustaría decirme.

Por primera vez, recojo todas esas cosas y las deposito aquí, en una carta de amor; una carta de amor a un chico trans.

Querido mío, ¿cómo has estado? Veo que has crecido y cambiado, tanto que casi ni te reconozco.

Cuando te observo en el reflejo, puedo notar tantas cosas que son diferentes en tu imagen. Ahora utilizas un corte de cabello diferente, uno muy corto que te hace a la vista más masculino. En realidad nunca te ha gustado usarlo corto, pero te viste obligado a no permitirle crecer, pues si utilizabas el cabello largo entonces, quizás, tu identidad sería cuestionada. Lamento que ese simple hecho haya generado en ti tanto conflicto, que no pudieras usar tu cabello como te hubiera gustado, porque entonces los demás no lo entenderían.

Mírate, incluso tu estilo es ahora distinto. Reemplazaste las faldas, que para nada te gustaban, por pantalones anchos, y alguno que otro deportivo. No volviste a utilizar vestidos, ni a calzar zapatillas. Recuerdo cuando empezaste a cambiar tu forma de vestir. Tú no lo sabías en ese momento, pero ese sería el inicio de todo.

Sé que cuesta admitirlo, porque aunque eres feliz vistiendo de esta manera, hay ocasiones en las que te descubres mirando con anhelo el aparador de alguna tienda, pensando que esa prenda es sumamente hermosa.

A veces escondías tu cuerpo entre tantas capas de ropa, y créeme que lo entiendo, pues la gente juzga lo que ve, lo que observa: que si un cuerpo tiene demasiadas curvas o demasiado pecho, no es tan fuerte; o que si es delgado, o delicado.

Entonces, escuchabas cómo para ellos era un “mucho gusto, señorita”, pero para ti era querer desaparecer. Es difícil ser percibido de otra manera, una incorrecta, una con la que no te sientes identificado.

Puedo ver las cicatrices que han quedado en ti, tanto en tu alma como en tu cuerpo. Como aquellas que se crearon en tu pecho tras el constante esfuerzo por aplanarlo o esconderlo con vendas, con carpetas ajustadas o con cintas que te arrancaban la piel. Recuerdo cuánto te dolía, dolor que con el tiempo mutó a heridas y, cual crisálida, dejó su cascarón vacío en forma de cicatrices.

Y pese a todo ese esfuerzo, en ocasiones, las personas continuaban refiriéndose a ti con el pronombre equivocado. Sentías que con cada una de esas veces una parte de ti moría y se ocultaba en el fondo, en un sitio desconocido, creyendo que jamás habría oportunidad de ser visto de la manera correcta, como tú realmente te sentías.

Cuando te escucho hablar, también noto la diferencia en el sonido de tu voz. Sé que no te gustaba la forma en que se escuchaba y que por eso empezaste a utilizar ese tono más grave. Ese que, por forzarlo demasiado, a veces te desgarraba la garganta hasta que dolía. Supongo que era tu manera de alzar la voz, de gritar, de intentar ser escuchado. A ti te emocionaba demasiado cuando la gente, allá afuera, reconocía al chico detrás de esa voz; sonreías y sentías que el mundo cambiaba y que por fin te aceptaba. Te sentías visto. Sentiste que por primera vez te encontrabas vivo en ese momento de reconocimiento.

Pienso mucho en los tiempos del colegio, todavía te llamaban por ese otro nombre, ¿recuerdas?, ese que para nada te gustaba. Al principio fue difícil explicarle a los demás que no querías ser nombrado de ese modo. Sólo algunos lo entendieron. No en todos los casos fue así, y con el corazón en la mano tuviste que dejar ir amistades, conocidos e, incluso, miembros de tu familia que se negaron a aceptarlo.

Al contrario de lo que se piensa, dejar morir un nombre es, de cierta manera, dejar ir una parte de ti mismo. Enterrar una versión que no continuará viviendo tu vida, alguien que no envejecerá con el tiempo, ni será mencionado en tu lápida. Pero de alguna manera, esa persona sigues siendo tú.

Fue doloroso decirle adiós a esa versión de ti mismo. El tiempo se llevó las lágrimas que acompañaron la despedida. Siguiendo la sequía, vino la fuerte lluvia de la que brotaron  cimientos para tu resurgir como flor, fruto e individuo. Fue como volver a nacer, pero esta vez siendo más libre, más feliz.

Ojalá la gente entendiera lo que es nacer dos veces, tal vez así serían más empáticos: la primera, cuando sales del útero de tu madre y el doctor dice “es una niña”; y la segunda, cuando comienzas a experimentar la vida, a desarrollar tu idea del mundo, a conocer las cosas que amas y un día, después de pensarlo tanto, te encuentras mirando la pared y entonces lo sabes, y piensas “no, yo soy un chico”.

Dicen que hay personas para quienes es más fácil saberlo, que desde la infancia se dan cuenta que prefieren los juegos “diseñados para el género opuesto”. Hay también aquellos que tardan décadas en aceptar la idea. Porque toma tiempo saberse a uno mismo con el género correcto, toma tiempo.

¿Piensas en cómo fue para ti? Yo lo hago a menudo. En los días en los que sentíamos que habíamos enloquecido. ¿Cómo podía vivir un hombre en el cuerpo de una mujer? ¿Cómo podría el mundo aceptar algo así? Incluso para ti… parecía complicado de entender.

Y es que entender algo siempre supone dejar atrás una idea ya preestablecida. Una idea arraigada de manera social o cultural, en donde se nos enseña que no se cuestiona lo que ya es de un modo. Pero tú no aceptaste conformarte con esa versión del mundo. Decidiste buscar una respuesta, encontrar una manera de que fuera diferente.

El mundo no te preparó para afrontar lo que vendría. Nadie te dijo que no todas las personas estarían dispuestas a entender, o incluso que por ese simple hecho te rechazarían. Aunque tampoco era algo que te fuera completamente ajeno, pues cuando creces, la gente constantemente repite comentarios sobre lo malo de ser distinto, lo perverso de expresar una identidad de género que no corresponda con el sexo asignado, y eso te hace llenarte de miedo. Y te llenó de miedo, durante tanto tiempo. Miedo al rechazo, a no ser comprendido, ni aceptado. Miedo a no ser amado, miedo a ser juzgado, miedo a ser cuestionado, violentado, agredido, a que tu identidad fuera invalidada y tu cuerpo fuera señalado o tu voz fuera silenciada.

A uno le enseñan que ser diferente significa vivir con miedo. Pero si supieras, querido mío, que serlo no es malo, y que realmente no debería existir diferencia entre persona trans o persona cis. Porque también somos personas.

Te veo ahora. De frente. Y me siento muy orgulloso por todas las formas en las que has cambiado. Por la manera en la que te esforzaste por realmente ser tú. Porque en ti veo a un chico que siempre lo fue.

Hubo momentos en los que la vergüenza y la disforia se apoderaron de ti, quisiste arrancarte la piel del cuerpo y sacar tu alma del cascarón. Lamento haber ignorado cuánto sufrías, cuánto llorabas, todas esas veces en las que necesitabas hacer algo para que fuera diferente. Para que por fin el mundo viera quién realmente eres y siempre has sido.

¿Sabes algo? A mí me costó tanto entender que no éramos nosotros los que teníamos que cambiar. Sino el mundo allá afuera. Porque no hay nada de malo con nacer de esta manera. Lo siento por todos los años que tardé en decírtelo: te amo, te acepto, te entiendo, y no hay nada de ti (de mí) que cambiaría.

Me hubiera gustado que lo supieras desde el comienzo. Perdóname por todas esas veces en las que olvidé decirte que había belleza dentro de ti. Cuando te miro, veo valor, veo coraje y veo a alguien que no se dio por vencido. Gracias por no haberte rendido, porque sin ti no podría existir la versión que somos ahora. Realmente nunca hubo algo malo contigo, perdóname por todos los abrazos y las palabras de cariño que te quedé debiendo.

Existen muchos otros que son como tú. Ya no caminas solo.

No cambiaría ser un chico trans.