Dormida se queda
[…] falling into a performative trance
that displaces regular subjectivity
with a heightened,
alternative one.
—Lawrence La Fountain-Stokes
El poder que se apodera,
me toma por las venas,
me devora los labios,
aparece despacio.
Me despido de mi imagen;
es la magia del maquillaje
trazando cada curva
de mi pecho y de mis uñas.
No hay centímetro de mí
no abrazado a la belleza.
Descubro quién soy: ella
se revela frente a mí.
No hay vellos oscuros,
sólo un lizo colorado
cayendo sobre mis hombros;
es tan puro, tan sedoso.
Me entrego sin saber
que todo está a punto de ser
una noche sublime
de deseos y escondites.
Pero algo se revuelve
entre mis piernas delicadas,
protuberancias presentes
me recuerdan cómo nací.
Los miro a los tres,
uno largo y dos bebés,
vuelven a desaparecer.
Ya no están; soy mujer.
Ya no hay nada que
me recuerde al hombre aquel.
El espejo ya no miente.
Soy yo: hermosa y fuerte…
… como una energía impetuosa, me entrego a cada movimiento; se revelan mis ojos, mis alientos y mi voz. Soy esa otra que nadie ha visto jamás. Soy aquella a quienes todos temen ver, muy distinta a aquel que soy cuando vivo lleno de temor. Ella florece en todo su esplendor; ella me acaricia con todo su amor; ella soy yo con una desvelada inspiración. Dice palabras hermosas que mi yo jamás escuchó. Ella contempla la vida de otra manera. Ella observa belleza en cada rincón que me rodea. Ella escucha melodías y letras imperceptibles para él; también es elocuente y vivaz como jamás lo pude ser. Soy ella tan hermosa; soy yo y no lo soy. Soy ella tan radiante; soy otra, soy yo. Soy grandiosa y soy pequeño; soy pequeñita, lloro y soy de hierro. Es como otra alma que habita mi cuerpo, pero es un alma que siempre he sabido y sentido dentro de mi piel. Mi cerebro sólo puede pensar en nuevas formas de ver la vida y de expresarme. Mi cuerpo se siente distinto, pues los tacones altos me acercan más a Dios.
Allá afuera escucho la música; se apodera de todos los sentidos y de mis admiradores. Ellos no lo saben, pero me van a amar. Mi madre llora desconsolada por lo hermosamente áspera que soy. Mis manos revelan un poco mi hombría, pero mis delicados movimientos disfrazan esa dureza de piel.
Por un momento, cierro mis ojos y me observo. Callado y en silencio, se apaga el mundo y me siento libre. Me siento completo, me siento amada. Me siento como siempre debería sentirme: abrazada por mí mismo y abrazado por mí misma. Protegido por esa belleza femenina, y protegida por esta belleza masculina. Amada, amado, en calma, en balance, en paz…
… entonces corro a un lugar abierto, y desato mi cuerpo y todo de mí. Ya no quiero sentirme preso, ni esconderme detrás de todo lo que soy… soy un hombre y soy mujer, soy mujer y soy hombre, aunque no sepa muy bien por qué lo soy ni qué significan esas palabras, aunque no tengan sentido alguno y me causen tanto dolor. Quiero pensar que solamente soy un todo, que solamente soy, que soy un cuerpo que juega con la belleza, la luz, el amor, la piel, el deseo y la visión poderosa de ser quien quiero ser…
… a pesar de que no lo puede ver todo, el espejo me mira y me dice todo lo que soy a simple vista. Lo que él oculta es la fusión de mis pensamientos, de mis emociones y mi propio ser. El espejo no puede saber quién soy dentro de mí, pero lo que le muestro es una buena imagen de ese ser que aún no defino y que jamás quiero definir.
Al final de la noche,
llega el destierro.
Vuelven los ruidos,
vuelve el silencio.
El brillo se esconde,
despierta la luz.
El día me aturde.
Voy clavado en mi cruz.
Me siento en mi silla,
entre papeles y letras.
Acosado por la rutina,
dormida se queda ella.
Nota del autor: Este poema explora, desde la poesía y la prosa lírica, el tránsito entre subjetividades y corporalidades que pueden emerger en el performance del género. Inspirado en una idea de Lawrence La Fountain-Stokes sobre el “trance performativo” (2021), el texto juega con la tensión entre lo binario y lo no-binario, entre el gozo y la incomodidad, entre la noche que revela y el día que oculta: un instante de libertad y disfrute, pero también de conflicto y contradicción. No pretende ofrecer definiciones identitarias cerradas, sino abrir un espacio de reflexión y sensibilidad donde cada lectorx pueda encontrar resonancias propias; invita a sentir y a pensar sobre nuestro potencial de ser todo lo que podemos ser. En el plano formal, el poema indaga en cómo la poesía y la prosa lírica pueden generar un espacio de exploración estética y de manifestación política, donde se revelan la fragmentación, la belleza, la incomodidad y la posibilidad de libertad.