El camino de la academia a la comunidad: investigación en salud mental y consumo de sustancias desde la gestión de riesgos y reducción de daños

El camino de la academia a la comunidad: investigación en salud mental y consumo de sustancias desde la gestión de riesgos y reducción de daños

Quienes investigamos en colaboración con personas de las disidencias sexuales enfrentamos múltiples retos que van más allá del diseño de los estudios, la obtención de financiamiento o la publicación de los resultados. También nos encontramos con una gran responsabilidad: que nuestro trabajo no sólo genere conocimiento científico, sino que se traduzca en estrategias de atención y políticas públicas que realmente beneficien a la población. Sobre todo, buscamos que los hallazgos sean claros, accesibles y significativos para las comunidades con las que colaboramos, de modo que ellas, ellos y elles puedan apropiarse de esa información y utilizarla para fortalecer su salud física, sexual y mental.

Esta visión me la ha transmitido la Dra. Claudia Rafful —doctora en Salud Pública Global (University of California, San Diego, Estados Unidos), maestra en Uso Indebido de Sustancias (University of Sussex, Reino Unido) y licenciada en Psicología (Universidad de las Américas, Puebla)—, quien ha sido mi guía en muchos sentidos. Desde hace años, la Dra. Rafful ha dedicado su carrera a investigar y trabajar con poblaciones históricamente vulneradas en el norte y centro de México. En 2019, coincidimos en la Facultad de Psicología, yo como estudiante y ella como académica. Desde que conocí su enfoque comunitario y su compromiso con investigaciones de calidad y sensibilidad social, busqué colaborar con ella en cualquier proyecto que tuviera en marcha. Así nació un pequeño grupo de investigación integrado por Missael Morales, Andrea López, Tabatha Mancillas y yo mismo; teníamos un interés común: estudiar el consumo de sustancias desde la perspectiva de la reducción de riesgos y daños.

Dicho enfoque parte de un principio esencial: las realidades sociales, económicas y personales de quienes consumen sustancias son diversas, y no todes desean o pueden suspender su consumo. Incluso cuando el consumo deja de ser placentero y comienza a generar afectaciones, las estrategias de atención basadas en la reducción de daños buscan minimizar riesgos y mejorar la calidad de vida, más allá de exigir la abstinencia.

A partir de investigaciones previas realizadas en el norte del país, en 2020 surgió la necesidad de explorar la situación del consumo de cristal en la Ciudad de México. En aquel momento, no existían intervenciones psicológicas efectivas para el tratamiento de los trastornos por su consumo, por lo que se planteó conocer el contexto, las historias de vida, las conductas de riesgo y el estado de salud mental de las personas que lo consumían. Aplicamos una encuesta a personas que habían usado cristal en los últimos tres meses y que residían en México, incluyendo preguntas sobre su consumo de esta y otras sustancias, así como preguntas relacionadas con su salud física, sexual y mental. Posteriormente, realizamos entrevistas en profundidad para conocer sus experiencias, estrategias de autocuidado y trayectorias de tratamiento. Con este proyecto, nuestro equipo se amplió con la integración de  Alan Pineda, Susana Montero, Reyna Galicia, Alexa Daza y Ever Geram.

Los datos obtenidos fueron tan ricos que, incluso hoy —agosto de 2025—, seguimos generando publicaciones y conferencias para compartir los hallazgos con la comunidad científica y con la sociedad en general. Por ejemplo, uno de los análisis derivados [Jiménez-Rivagorza et al. (2024)] mostró que en personas que viven con VIH y consumen cristal, el estigma impacta significativamente su adherencia al tratamiento. Además, factores como el consumo riesgoso de cocaína o el sexo transaccional (e.g., dar o recibir sustancias a cambio de encuentros sexuales) parecían aumentar el riesgo de no adherirse a la terapia farmacológica. Otros análisis de este proyecto [Adaya Alegría (2024) y Morales Gutiérrez (2023)] mostraron que algunos determinantes sociales (e.g., variaciones en el costo del cristal, el estigma percibido por profesionales de la salud y otras barreras de tratamiento) contribuían a que una persona tuviera un consumo  de cristal más riesgoso o de que presentara sintomatología psiquiátrica.

La respuesta de la comunidad a estos hallazgos y a otros resultados que seguimos analizando de nuestras entrevistas nos impulsaron a diseñar una intervención de gestión de riesgos y reducción de daños, construida a partir de las necesidades expresadas por la propia población. Con la colaboración de Daniela Peralta y Nely Gutiérrez, desarrollamos una propuesta que incluyera estrategias de autocuidado antes, durante y después del consumo. Gracias al apoyo de personas aliadas como Rubén Díaz Conti (Clínica Condesa Cuauhtémoc) y Raquel Pasarán (Centro Colibrí), implementamos esta intervención. Los resultados preliminares [Peralta Chavolla (2023) y Rafful et al. (2024)] mostraron que la población la consideraba altamente aceptable, factible y útil para atender el consumo de estimulantes, en particular de cristal. Hoy seguimos trabajando para evaluar su efectividad a mayor escala.

Desde 2024 hemos centrado esfuerzos en capacitar a profesionales de la salud en formación —psicología y medicina— para brindar atención basada en evidencia científica y comunitaria a personas con consumo problemático de estimulantes. Nuestro objetivo es que el conocimiento generado no se quede en artículos académicos, sino que se transforme en servicios de salud reales, dignos y adaptados a las necesidades físicas, sexuales y mentales de esta población.

Recientemente, Monserrat Irigoyen y María José Adaya se han sumado a este proyecto, fortaleciendo la propuesta formativa. Esperamos poder compartir los resultados de esta etapa en futuras ediciones de esta gaceta.

Por último, lo que más me deja esta experiencia en el Laboratorio de Salud Mental, Uso de Sustancias y Políticas Públicas va más allá de la producción científica. Cada proyecto nace de una necesidad real y abre camino a nuevas preguntas. Investigar no es sólo publicar; es escuchar, acompañar, construir conocimiento desde el respeto, la solidaridad y el compromiso profesional. Es verdad que los métodos, las teorías y las estadísticas son fundamentales, pero aún más importante es aprender a ser una persona que investiga con ética, sensibilidad y humanidad.

Referencias

Adaya Alegría, M. J. (2024). Barreras de tratamiento en el acceso a servicios de salud mental en población que consume cristal en la Ciudad de México [Tesis de Licenciatura]. Universidad Nacional Autónoma de México.

Jiménez-Rivagorza, L., Orozco, R., Medina-Mora, M. E., & Rafful, C. (2024). HIV-Related Stigma and Treatment Adherence Among Gay, Bisexual, and Other Men Who Have Sex with Men Who Use Crystal Meth in the Metropolitan Area of Mexico City. Archives of Sexual Behavior. https://doi.org/10.1007/s10508-024-02816-6

Morales Gutiérrez, M. R. (2023). Determinantes sociales del consumo de cristal en adultos del centro de México [Tesis de licenciatura, Universidad Nacional Autónoma de México]. http://132.248.9.195/ptd2023/marzo/0836576/Index.html

Peralta Chavolla, D. (2023). Operacionalización del constructo Aceptabilidad para su evaluación en Intervenciones de Salud [Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional Autónoma de México]. https://tesiunamdocumentos.dgb.unam.mx/ptd2023/octubre/0848616/Index.html

Rafful, C., Orozco, R., Peralta, D., Jiménez-Rivagorza, L., Medina-Mora, M. E., Gutiérrez, N., & Morales-Gutierrez, M. (2024). Feasibility, acceptability, and perceived usefulness of a community-evidence-based harm reduction intervention for sexualized stimulant use among Mexican gay, bisexual, and other men who have sex with men. Harm Reduction Journal, 21(1), 95. https://doi.org/10.1186/s12954-024-01020-y