La Comunidad LGBTQ+ en los tiempos de las mayorías

La Comunidad LGBTQ+ en los tiempos de las mayorías

Es un lugar común en el imaginario colectivo que, en el pasado, en eventos como los disturbios de Stonewall o la lucha contra el VIH en los años 80, las minorías sexo-genéricas nos unimos de forma homogénea para impulsar un movimiento definido por la lucha por nuestros derechos humanos, como lo son el reconocimiento ante la ley, la igualdad, el derecho al trabajo, a la salud, a casarse y tener una familia, a la justicia, a la asociación, entre otros que nos fueron restringidos y  negados de forma cotidiana por el sistema social cisheteropatriarcal hegemónico.

Lo cierto es que el movimiento LGBTQ+ siempre ha sido heterogéneo, entre otras razones, porque tenemos formas distintas de existir, de posicionarnos y de afrontar  el sistema cisheteropatriarcal. Por ejemplo, hay grupos en las diversidades sexo-genéricas que quieren pertenecer a la hegemonía de forma invisible; otros grupos buscan integrarse pero siendo reconocidos y aceptados como divergentes con sus particularidades; y existen otros más que quieren cambiar los pactos sociales.

Sumado a lo anterior, individualmente nos atraviesan distintos factores sociales, como el nivel socioeconómico, las discapacidades, la edad, y otros que exacerban nuestras diferencias, haciendo que algunos miembros de las minorías sean afectados desproporcionadamente por los efectos de la segregación y discriminación.

También es muy notable que, a pesar de las diferencias, las diversidades sexo-genéricas hemos podido articularnos como una comunidad, concepto que se refiere a los individuos que se agrupan de acuerdo con elementos en común, como la identidad, los objetivos, compromisos, cultura, etc. Se distingue del concepto de sociedad porque en esta última los individuos comparten normas que les obligan a la cooperación. Esto es importante, porque dentro de la comunidad, por más heterogénea que sea, no tenemos normas generales; eso es parte de la diversidad que nos enriquece, pero sí tenemos algunos objetivos compartidos que nos mantienen juntos.

Sin embargo, los innegables avances en derechos humanos que hemos alcanzado juntos en nuestras luchas han menguado la fuerza de los vínculos que en otros tiempos nos mantuvieron unidos, situación que nos hace cuestionarnos si todavía existe o si todavía es necesaria una comunidad LGBTQ+.

Esta duda nos persigue todo el año, pero se intensifica cuando la marcha del orgullo está cerca, momento en el que vemos lo diferentes que somos como individuos dentro de nuestros grupos minoritarios. Seis meses después, en las fiestas decembrinas, mediante la convivencia con nuestras familias biológicas, o la falta de esta misma, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre las diferencias que tenemos con el sistema al ser parte de una minoría sexo-genérica, pero también sobre los vínculos que compartimos debido a esas diferencias y opresiones.

Actualmente vivimos el surgimiento de nuevos autoritarismos democráticamente electos que pueden devenir en regímenes fascistas que amenazan particularmente a las minorías, porque cuando se buscan adversarios para contrastar lo bueno y lo malo, lo más popular puede ser lo que nos afecta a las minorías.

Por si fuera poco, socioculturalmente también nos vemos atravesados por corrientes de pensamiento como el hiperconsumismo, el tecnofeudalismo y  el hiperindividualismo ansioso, que nos hacen sentir más solos y, en apariencia, más responsables de nuestro éxito o fracaso ante la sociedad, aumentando la sensación de soledad, aislamiento y temor en un mundo hostil en el que nuestros derechos son vulnerados.

Por lo anterior, me parece muy importante reconocer que las minorías sexo-genéricas podemos articularnos en una comunidad que no es perfecta, que no es homogénea (como no lo son tampoco otros grupos humanos), pero que tiene mucha historia y fortaleza para acompañarnos en las luchas y los festejos. No somos muchos, pero no estamos solos.