Lamentos por la ausencia
I
La noche me carcome
a falta de tus besos
y el vacío grita
desatando soledades
en mi cama que es una grana fría.
Estoy solo
tu recuerdo vibra pegado a mi voz
y transita ululando
por cada parte de mi cuerpo insustancial.
Amanezco atrapado en el silencio
que se diluye procaz en esta casa
que flota sobre una densa oscuridad
anegada por tu ausencia.
II
La eternidad avanza
llevada de la mano de tu ausencia
y el mar de mis recuerdos
se desboca en medio del silencio.
Una sombra surge con luz propia
¿Es el ángel de la guarda?
¿Es el aliento de una mariposa?
¿Es la forma de mi oscuro deseo?
Sentado
gravitando en mi desesperanza
una sonrisa inquietante
se dibuja frente al espejo.
III
De salto en salto
vaga la luna rota
hasta tu ausencia.
IV
Has muerto
y las cuerdas de una guitarra me transportan
hasta tu melancólica sonrisa
y el cielo gris se desgrana amorosamente
en mis recuerdos.
Dolorosamente te encajas
en la mar de este mi cuerpo
y en torrente noctámbulo
te haces presente
en la reminiscencia de tu semen
que me surcaba todo.
Armoniosamente mío
todavía danzas
sobre mi bosque húmedo
sobre mis ansias álgidas
sobre mis besos cálidos.
Digo tu nombre letra a letra
y tu voz ya lejana me responde
que te sueñe
que te vele
que te añore.
Tú
hombre de fuego helado
mi amante de piel antes ígnea
sigues aquí
alentando mis deseos.
V
Desde esta mar de soledades enclaustradas
los nombro
al paso de los años
amigos que viven en mi corazón
eternamente
hasta que mi eternidad se pierda
y forme parte del regimiento de muertos
que poblaron mi vida
como lo son ustedes.
Jesús en 2003
Armando en 2006
Jorge en 2017
quiero que sepan
que nunca he dado sentido al infortunio de perderlos
amigos entrañables
que dejaron de existir en este plano sideral
irremediablemente
por esa acuciosa causa que se llama SIDA
que no da vida
y más bien la quita.
Recuerdo las charlas
los trabajos emprendidos
las tardes de oficina
o después de la oficina
la crítica mordaz
el desenfreno de su pulso vital
el sexo desbordado
que tanto demencial encanto soterrado
quizá alegrías
les procuró
las tardes de mezcal
los fines de semana caminando
las noches de bares y cervezas
y cuartos oscuros
y hombres encuerados moviendo sus caderas,
los sexos al aire
los chismes cotidianos
las complicidades
que no se logran con cualquiera.
A ninguno de los tres vi morir
sólo estuve cerca de ti,
Armando,
cuando yacías en una caja de madera.
Tu sonrisa borrada
en la inclemencia de las horas finales.
Jesús,
me avisaste de tu muerte a la distancia
cuando en la Catedral del Mar sacaba fotos para ti
y sin saberlo te morías.
No supiste que esas fotos se velaron
como tu vida
en un instante.
Y Jorge,
ay,
caíste en la nada sin pedir permiso.
Tu muerte lejana
ajena
odiosa
me duele por sentirme abandonado.
Así los avatares
con las muertes que ese bicho
inclemente
carcomiendo las entrañas
genera espacios de negrura
en que ninguno de nosotros
volveremos a estar juntos
nunca más.