Las teorías queers y la filosofía

Introducción
En la actualidad, se observa una creciente tendencia a erradicar todo lo que se aparta de la (hetero)normatividad establecida, y la persecución a la diversidad se hace cada vez más evidente en diferentes ámbitos sociales y políticos. Ante este panorama, surge la necesidad de volver a reflexionar sobre la condición humana, la interdependencia y la exposición al “Otro”. Entonces, se formula la siguiente pregunta: ¿cómo se relaciona la condición humana con las teorías queer que cuestionan la normatividad y las categorías tradicionales? En este ensayo se explorará la conexión entre La condición humana de Hannah Arendt y la teoría queer de Judith Butler, argumentando que la filosofía de Arendt ––especialmente sus conceptos de pluralidad y de acción–– proporciona una base sólida para reflexionar, cuestionar y comprender la diversidad humana.
Sobre la condición humana
La condición humana (2009) de Hannah Arendt es una propuesta política y filosófica que aborda la existencia humana en un mundo político. En este contexto, el factor político es vital, dado que caracteriza el campo donde se desarrollan y cohabitan los humanos, entregados a un mundo del que no tienen pleno conocimiento (y que tampoco eligieron), interactuando con normas y estructuras preestablecidas a su llegada.
Uno de los conceptos más relevantes en la propuesta de Arendt es el de la pluralidad, que se refiere a la diversidad de la existencia humana, es decir, que todos los seres humanos son únicos e irrepetibles. Esta pluralidad es la condición básica de la existencia humana que está encaminada a la interacción con las personas por medio del diálogo.
Ahora bien, la propuesta está dividida en tres actividades fundamentales para la vida y la política:
- La labor. Entendida como la condición necesaria para la preservación de la vida. Se caracteriza por su modo repetitivo y cíclico. Ejemplo: la agricultura, donde se producen alimentos para el consumo.
- El trabajo. La creación de productos que otorgan durabilidad al mundo a través de la intervención violenta de la naturaleza. Ejemplo: la construcción de edificios, herramientas y vehículos.
- La acción. Representa la condición de la pluralidad y la interacción (por medio del diálogo) entre las personas. El campo político por excelencia. Ejemplo: la natalidad, dado que cada nueva vida tiene la capacidad de crear algo y la posibilidad de cambiar el curso de los eventos (aunque esa potencia transformadora sea incierta e impredecible, como las decisiones políticas).
En la obra, la condición humana y las teorías queers se analizan desde diferentes puntos de encuentro, aunque Arendt nunca abordó explícitamente las cuestiones de la sexualidad e identidad. Como se ha mencionado, la pluralidad da cuenta de la diversidad humana, Arendt (2009) expresa que cada persona es diferente en tanto no existe ni existirá una igual a ella, esta forma de entender las vidas está estrechamente ligada a las teorías queers, dado que, bajo la normativa patriarcal, todas las personas debemos tener la misma identidad de género y sexualidad (cisgénero y hetero). Sin embargo, lo queer disloca el binarismo de género y la heterosexualidad obligatoria para posibilitar y visibilizar otras sexualidades e identidades. Es decir, la pretensión de lo queer, según Butler (2007), es abrir las posibilidades para habitar el género (nuevas significaciones), dado que para aquellas vidas que es imposible, irreal o ilegítimo llevar su vida a cabo; sólo a quienes les acontece tal nivel de ininteligibilidad y violencia anhelan una apertura de posibilidades.
Otro de los puntos de encuentro es la acción que está presente en ambas teorías en tanto crean alternativas sociales y políticas diferentes para viabilizar la vida. Para Arendt (2009), sólo es posible la libertad en los espacios políticos, en la discusión y toma de decisiones; Butler (2006) expresa que las personas no pueden vivir sin el sostén social que posibilite sus vidas, dado que es necesario proveerse de redes sociales, de la protección de los espacios públicos o privados y de leyes para mitigar la violencia que le acontece a ciertos grupos poblacionales.
Esta discusión sobre la inviolabilidad de los derechos se da en el espacio público, ya sea en calles o Congresos, y, en ella, se expone la agresión sistemática a la pluralidad por parte de las normativas patriarcales, raciales y capitalistas. Por consiguiente, la exposición a lo Otro (que se encuentra en la acción de Arendt) es condicionante y no podemos escabullirnos de ello (el nacimiento nos lanza a la otredad). Esta relación con la otredad también es desarrollada por Butler a través del concepto de “interdependencia”.
Butler, en su libro Marcos de guerra. Las vidas lloradas (2010), profundiza sobre los conceptos de la interdependencia y la precariedad que caracteriza a la vida humana. Su proyecto filosófico puede denominarse como una ontología de la precariedad, destinada a explicar y sustentar que el cuerpo, “constitutivamente social e interdependiente” (Butler, 2010, p. 53), se encuentra arrojado al Otro, expuesto al lenguaje, a la mirada y a las normas sociales. Por lo tanto, al llegar al mundo, una de las primeras experiencias que nos acontece es la precariedad, porque nuestras vidas no dependen únicamente de nosotres para ser llevadas a cabo, sino que requieren de las relaciones sociales con les otres, con las instituciones y, en particular, con la vulnerabilidad que genera la exposición a lo extraño, a lo nuevo y a lo desconocido (la exposición a le Otre, a la guerra, al lenguaje…). Esta condición nos obliga a estar relacionades para encontrar modos de posibilitar la vida y la política.
La conexión entre los conceptos de “la acción” y “la interdependencia” radica en la capacidad de viabilizar la relación entre las personas, independientemente de que dicha interacción sea posibilitadora o limitante. Es decir, cuando actuamos, lo hacemos en relación con les otres, y nuestra acción se ve influenciada por la presencia y el discurso de las demás personas. Sin embargo, no podemos controlar del todo los resultados derivados de la acción; son sucesos imprevisibles. Piense en el establecimiento de una ley: se pueden analizar sus posibles impactos, pero no determinarlos del todo, dado que la ley entraría a interactuar en una sociedad donde las personas son plurales e interiorizan las leyes de forma distinta.
Pensemos en la interdependencia y la precariedad, no como el piquete de una abeja que adormece la zona afectada, sino como un catalizador que impulsa la acción y la búsqueda de soluciones para mitigar o menguar el dolor. En este sentido, Butler destaca la capacidad activa y transformadora de la agencia en la precariedad, ya que esta genera congregación y colectividad al buscar estrategias para afrontar la exposición a la vulnerabilidad. Ejemplo de ello es la creación de espacios seguros como cine-foros, grupos de apoyo emocional o comedores comunitarios, que representan acciones afirmativas que ayudan, sostienen y posibilitan la vida en comunidad. La acción genera transformaciones y alianzas sociopolíticas, creando nuevos caminos y formas de entender la vida y sus dinámicas. Sin embargo, surge la siguiente interrogante: ¿cómo entender la vulnerabilidad como una fortaleza?
En este punto, Silvia L. Gil estudia el mundo contemporáneo y sus dinámicas sociales cada vez más asfixiantes para los sujetos, en especial para las mujeres, las personas LGBTQ+, las personas racializadas y empobrecidas (hay que tener presente la interseccionalidad). Vivir se ha convertido en un verdadero reto, un salto de obstáculo infinito para sobrellevar la existencia. Gil (2014) propone, a partir de la obra de Butler, la vulnerabilidad radical como medio para reivindicar la habitabilidad de los cuerpos en el mundo. Esto por medio de:
- Reconocimiento de la condición (ser vulnerables): la fortaleza surge al reconocer nuestra propia vulnerabilidad, al aceptar que somos seres expuestos y arrojados a un afuera incierto.
- Percepción de la interdependencia: la fortaleza también se manifiesta al comprender que nuestras vidas están entrelazadas, que dependemos unes de otres.
- Anhelo de un mundo común desde la diferencia: la potencia emerge al cuestionarnos sobre nuestros anhelos y esperanzas, al buscar construir un mundo donde podamos vivir juntes, desde nuestras diferencias.
Al reconocer nuestra vulnerabilidad, nuestra precariedad ontológica, podemos encontrar la fortaleza para construir un mundo más habitable para todes.
Comprender el mundo común desde la diferencia implica reconocer que la pluralidad es inherente a la existencia humana y a la política. Las personas se manifiestan de formas diversas y únicas, ya sea por su origen étnico, color de piel, creencias espirituales, orientación sexual, identidad de género o postura política. Estas diferencias, lejos de ser un motivo de exclusión, son parte de la condición humana. En ese sentido, la pluralidad humana, desde Arendt (2009), expone el doble carácter de la distinción y la igualdad:
Si los hombres no fueran iguales, no podrían entenderse ni planear y prever para el futuro las necesidades de los que llegarán después. Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser humano diferenciado de cualquier otro que exista, haya existido o existirá, no necesitarían el discurso ni la acción para entenderse (p. 200).
La pluralidad es una condición elemental de la acción y el discurso, dado que se actúa con les otres mediante el discurso, que funciona como puente y mediador entre, por lo menos, dos sujetos. Ahora bien, un punto de encuentro entre la acción y la interdependencia radica en que estas no son posibles sin la exposición a la otredad que no soy, pero me constituye. Esa exposición a les otres, a los otros seres humanos, suscita la agencia e identidad. En efecto, Butler (2006) sostiene que nos hacemos y deshacemos por y en les otres: estamos en un constante flujo de normas que nos preceden y nos exceden, y entramos a interactuar con ellas. De hecho, “ni mi sexualidad ni mi género son precisamente una posesión, sino que ambos deben ser entendidos como maneras de ser desposeído, maneras de ser para otro o en virtud de otro” (Butler, 2006, p. 38). La identidad puede ser entendida como un diálogo perpetuo entre la experiencia individual y las relaciones sociales, sus normas, modos y discursos.
Así pues, para Arendt, la participación política representa el camino hacia la libertad. La exposición a la pluralidad, a diferentes ideas y la interacción con lo distinto fomenta el espacio del diálogo, sirviendo este último como mediador entre los humanos y la política. Finalmente, la acción transformadora, tanto para Arendt como para las teorías queers, sólo es posible cuando se lleva a cabo de manera conjunta, en interrelación, dado que posibilitar el diálogo entre fronteras nos permite entendernos, reconocernos y sentirnos.
La interdependencia crea, intrínsecamente, diálogo, puesto que ¿cómo puedo explicar mi dolor, mi existencia, mi amor, mi vida, sino a través del discurso?, ¿cómo podría un cuerpo mostrarse o aparecer en un mundo sin discurso? Arendt asegura que es por medio del lenguaje (el discurso), que nuestra vida se inserta en el mundo, postura que luego es retomada por Butler. De hecho, el primer enunciado que crea la realidad material y simbólica para que los cuerpos sean considerados cuerpos humanos se realiza por medio de la marca del sexo “cuando se responde a la pregunta ‘¿es niño o niña?’” (Butler, 2007, p. 225). Este enunciado performativo moldea la realidad y punza al cuerpo con una aparente vida que antes no poseía; le otorga un significado a través de la palabra nombrada, creando así su mundo y haciéndolo inteligible. Ser real. Ser visto, observado e interpelado. La normativa del sexo crea, regula y vigila el cuerpo que nombra a través de prácticas discursivas que se reiteran (afirman) en el tiempo. Por ello, al cuerpo que le es suscrito el sexo masculino, por ejemplo, le deben reforzar el ideal a través de los roles del género (colores, acciones, juegos, voces, entre otras). Según Butler (2002), si la reiteración de las normas es necesaria, sólo indica que los cuerpos nunca acatan por completo el ideal, y que el sexo no es una verdad natural, sino una producción performativa.
No obstante, el lenguaje, al igual que la interdependencia y la precariedad, no necesariamente limita y condiciona al sujeto en un proceso de eternas restricciones. Por el contrario, el discurso también debe ser entendido como posibilidad y cambio (los nuevos términos que definen la identidad y expresión de género, como no binarie, pansexual, asexual, entre otras). A pesar de los esfuerzos por mantener una lengua normada, se gestan nuevos términos o se resignifican otros para reivindicaciones sociales y políticas. El lenguaje es un sistema de símbolos vivo, es un océano con marea alta que siempre está en movimiento y en cambio.
Conclusión
Para Hannah Arendt, el nazismo se dirigió a erradicar la pluralidad humana (antisemitismo), igualmente, para las teorías queer, el patriarcado se enarbola en contra de la diversidad. No se trata de comparar qué sistema sociopolítico es más violento para las vidas humanas y no-humanas (de hecho, pueden ser entendidos de forma imbricada), sino de identificar sus similitudes. En el patriarcado, el control se ejerce sobre las mujeres y los cuerpos feminizados, las personas LGBTQ+, racializadas y otros grupos marginados. En el nazismo, según Arendt, se ejerció el control sobre las personas judías. En ambos sistemas, el poder para dominar y controlar a otres, busca suprimir la diversidad y la pluralidad humana ––y, en general la biodiversidad–– , imponiendo una visión única y uniforme de la realidad a través de la censura, la represión y la creación de “enemigos imaginarios”, deshumanizando a ciertos grupos poblacionales por considerar su etnia, raza, sexualidad, identidad de género, postura política, diversidad funcional y neurodiversidad, como una “amenaza real” para la sociedad, es decir, como grupos poblacionales que atentan contra la integridad, la habitabilidad y permanencia humana.
La idea de imaginar un futuro floreciente se está convirtiendo en una actividad hostil, devastadora y distópica. En los últimos meses, se ha evidenciado cómo en Estados Unidos los grupos históricamente marginados, como las personas trans/no binarias, las mujeres y personas migrantes, han perdido sus derechos para habitar el mundo; su libertad se ha reducido y su existencia, erradicado, al desconocer su identidad, como ocurrió con la decisión de Donald Trump de no reconocer a las personas no binarias. Esto responde a la tendencia global de volver a un “tiempo idealizado” que nunca existió tal cual lo relatan; es la manera en que opera la revitalizada ola de conservadurismo patriarcal, racial y capitalista (Butler, 2024).
Estas tendencias se oponen a lo desarrollado por autoras como Hannah Arendt y Judith Butler: la pluralidad humana, la interdependencia y la vulnerabilidad no son tomadas en cuenta al momento de hacer política, se tiende a desconocer las implicaciones materiales y simbólicas al momento de crear una ley que atenta contra las personas trans, las mujeres o las personas migrantes. En ocasiones, se nos olvida nuestro compromiso ético y político por hacer de este mundo uno común a partir de las diferencias, uno menos violento e inclusivo. En palabras de Butler (2024), “si no conseguimos unirnos y proponer perspectivas más convincentes del mundo en el que queremos vivir, estaremos perdidos. Para hacerlo, debemos saber por qué luchamos, no solo contra qué luchamos” (p. 158).
El patriarcado y el nazismo avivan pasiones fascistas al crear enemigos imaginarios para generar discordia, miedo y ansiedad: hacen que enfoquemos nuestra atención, por ejemplo, en considerar el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo o a la auto-identificación de género, como problemas que atentan contra la humanidad, mientras que gestan políticas migratorias racistas y xenofóbicas sin tener presente que hay infancias y personas vulnerables o, por otro lado, restringen libertades reproductivas que sí atentan contra la habitabilidad y persistencia corporal.
Para finalizar, Judith Butler en su último libro ¿Quién teme al género? (2024), nos recuerda que, en momentos de incertidumbre y crisis, son fundamentales la lucha y la creación de alianzas para imaginar y construir un presente y futuro donde la libertad, la igualdad y la justicia sean nuestras banderas; nuestras razones de amar, desear y respirar, unas banderas que se enarbolan en contra de las pasiones fascistas que pretenden erradicar la pluralidad y diversidad humana ––y no humana–.
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