Migrantes trans a través de las fronteras: La trans-frontera

Migrantes trans a través de las fronteras: La trans-frontera

La migración centroamericana es una realidad presente desde hace décadas o, como refiere Wiesner y Cruz, “en la región centroamericana la migración es parte de la realidad estructural y estructurante de cada país” (2019, p. 57).

En ese sentido, quienes nos dedicamos a estudiar algunos espacios de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), sabemos que se debate en un escenario complejo donde la política y la historia interactúan detrás de los múltiples encuentros y desencuentros. Las poblaciones centroamericanas, en su mayoría, padecen de pobreza, injusticia social, violencias sistémicas y desigualdades que se ven reflejadas en procesos de inseguridad. Fenómenos como territorios en disputa por el narcotráfico, las pandillas y el poder político, han imposibilitado a muchas personas realizar la vida en sus países de origen, obligándoles a migrar de manera forzada. En otras palabras, “el proceso migratorio se ha complejizado hasta alcanzar, en determinados momentos y para determinados flujos migratorios, situaciones que han sido equiparadas con crisis migratorias” (Wiesner y Cruz, 2019, p. 57).

La riqueza de los estudios respecto a las migraciones se encuentra, justamente, en la complejidad de quienes migran, es decir, sus actores, los contextos socioculturales donde se entrecruzan, el cómo se produce la migración, y por supuesto, las múltiples causalidades que tienen las personas migrantes cuando son forzadas a dejar sus países de origen y buscar hacer la vida en otros lugares. Y es ahí, en medio de este entramado social, donde se encuentran los estudios sobre migración y sexualidad. Por lo tanto, es importante hacer una diferenciación en las formas en las que se ejecutan las migraciones, sobre todo de las personas LGBTTTIQ+.

Migración trans: las fronteras de la frontera sur

En el ámbito de las definiciones, enunciar la frontera es pensarla como un límite físico o natural, demarcada políticamente por el Estado Nación; sin embargo, pensar la frontera desde este posicionamiento esencialista es no reconocer su pluralidad (Velasco, 2014, p. 349); (Ortiz-Zarco y Chacón-Reynosa, 2020, p. 143), (Vos, 2002, p. 50). Es decir, es no reconocer que ese sistema impone no sólo los límites geopolíticos de demarcación, sino que también regula la movilidad de los cuerpos, haciendo que esta “[…] se reduzca a una dicotomía biopolítica: cuerpos aceptables y no aceptables” (Winton, 2017, p. 116). En ese sentido, la reproducción de las normas de género se agrega como un dispositivo más para el control y el poder en la frontera.

La heteronorma afianza la binariedad, fortalece el proceso de diferenciación en dos: hombres y mujeres, y construye la convicción de que existe un conjunto de normas sociales que permiten o castigan determinadas conductas, actividades, conocimientos, formas, deseos, placeres e identidades de las, les y los sujetos. Es decir, este sistema sexo-genérico basado en la heterosexualidad se define desde las formas homosexuales, pues necesita validar su forma “correcta” de vivir la sexualidad y así construir límites, nuevas fronteras que, evidentemente, afectan a las personas trans.

Migrar y sus implicaciones parece ser no suficiente para las personas trans; exponerse al proceso migratorio es confrontar las normas, leyes y reglamentos, pero también “( […] por prejuicio social, desconocimiento o fobia) buscarles «en el lugar del género original» y no en su estatus de «migrante corporal», deslegitimando así a que quienes se asumen como lesbianas, gay, bisexuales, intersexuales o transgénero (LGBIT) puedan vivir plenamente sus derechos” (Ortiz-Zarco y Chacón-Reynosa 2020, p. 144).

El inicio de los procesos migratorios que se emprenden por parte de las «mujeres trans» que atraviesan México, no comienza necesariamente en el cruce de fronteras geográficas, sino que comienza en la transgresión de otras fronteras corporeizadas: son las que tienen que ver con sexo-género-sexualidad, irrumpidas antes de presentarse el contexto migratorio (incluso, lo impulsan), y que una vez en éste, adquieren nuevas significaciones” (Fernández, 2018, p. 16).

Es importante enunciar que este proceso es aún mucho más complejo de lo que se trata de evidenciar aquí. Sin embargo, lo anteriormente expuesto parece ser útil para mostrar que las migraciones de las personas trans van más allá de sólo cruzar el límite político.

Reflexiones (NO) finales

  1. La migración de mujeres trans es posibilitada por diversas circunstancias, algunos estudios, como el de Winton (2016, p. 1) confirman que son los niveles de rechazo social, acoso y ataques físicos por la orientación sexual o identidad de género lo que ha obligado a migrar a estas personas. Por otro lado, Díaz (2017, p. 188) refiere que estas migraciones han sido motivadas por ir lejos de la familia y la comunidad a un lugar donde no tenga historia y se pueda construir una, de manera que encuentre una mayor aceptación de su identidad sexual. Así también, Ortiz-Zarco y Chacón-Reynosa (2020, p. 140) enuncian que, aunque la migración de personas trans se encuentra ligada a los contextos de marginación y precariedad, lo principal son las violencias vinculadas a las relaciones de poder en cuanto a su identidad. Como hemos visto, los motivos de migrar son diversos, sin embargo, “se puede observar que existe una constante relación con el contexto de violencia, y es ahí donde se adscriben las personas transgénero” (Reynosa & Ortiz, 2018, p. 61).
  2. Lo anterior nos permite pensar que la frontera está organizada a partir de diferentes dispositivos de control, basados en la irregularidad de las, les y los migrantes, su racialización, sus sexualidades y la precarización de sus empleos. Sin embargo, estos dispositivos no son aplicados de la misma forma a todas las personas; la frontera está atravesada por lógicas profundamente desiguales: migrantes irregulares o desplazados son vistos como “riesgo” y son vigilados de cerca (o detenidos) mientras que otros viajeros son considerados “confiables” y, por lo tanto, casi nunca son controlados. Lo último sucede, de acuerdo con Aguilar y Solís (2014), por la clasificación de la migración.
  3. Cruzar la frontera de manera irregular es en sí ya todo un proceso complejo, y que lo cruce un cuerpo sexualmente transgresivo es otra disputa, ya que atraviesa el ser migrante pero además experimenta violencias propias a relaciones de poder en cuanto a su identidad.
  4. Las fronteras sexo-género también adquieren una función instrumental fundamental en el interior de las dinámicas del tránsito y los múltiples contextos migratorios. Y es aquí lo que más interesa destacar: partiendo de la disputa que atraviesa el ser migrante trans, nuestro planteamiento es reconocer que las violencias por motivos de género no sólo se dan como motivos de huida, sino también se asocian en la movilidad, las ciudades de destino y las instituciones migratorias que revictimizan los cuerpos trans.
  5. Enunciar la migración con la sexualidad desde las voces de las mujeres trans permite reflexionar sobre el transitar de las personas, los cuerpos, las identidades, las subjetividades, pero sobre todo, sobre la heterosexualidad como un dispositivo de poder para las personas trans, puesto que “la sexualidad es inseparable de la decisión de migrar, de elegir a dónde migrar, por qué hacerlo, por dónde transitar y si se considera el retorno al país de origen o no” (Díaz, 2017, p. 187).

Que estas reflexiones nos permitan reconocer desde la interseccionalidad que, en el caso específico de las migraciones de las personas trans, los procesos de diferenciación como el estatus social, económico, cultural, etc., juegan un papel importante en el proceso migratorio, pero es también lo corporal que, a nuestro parecer, genera relaciones de poder todavía más complejas que conllevan exclusión, persecución y falta de protección hacia las personas que migran por el hecho de pertenecer a una identidad del colectivo LGBTTTIQ+.

BIBLIOGRAFIA

Aguilar, M. del C. G., y Solís, D. V. (2014). Migración, derechos humanos y desarrollo: aproximaciones desde el sur de México y Centroamérica. (Juan Pablo).

Díaz, L. R. G. (2017). Transitar por América Latina: redes, trabajo y sexualidad. Íconos. Revista de Ciencias Sociales., 59, 185–204. https://doi.org/http://dx.doi.org/10.17141/iconos.59.2017.2489

Fernández, V. L. (2018). «Diásporas trans», fronteras corporeizadas y tránsito(s) migratorios en México. Cuicuilco: Revista de Ciencias Antropológicas., 71.

Ortiz-Zarco, E. A., y Chacón-Reynosa, K. J. (2020). Dispositivos de seguridad y sexualidad en la frontera sur de México: biopolíticas en mujeres transgénero centroamericanas. Tabula Rasa, 33, 137–163. https://doi.org/https://doi.org/10.25058/20112742.n33.06

Oxfam, I. (2020). Aquí lo que hay es hambre: hambre y pandemia en Centroamérica y Venezuela.

Reynosa, K. J. C., y Ortiz, E. A. Z. (2018). Migración transgénero: el cuerpo como territorio en la Frontera Sur. Graffylia, Revista de La Facultad de Filosofía y Letras, 26, 59–68.

Velasco, G. M. (2014). Chiapas: cambio social, migración y curso de vida. Revista Mexicana de Sociología, 3, 347–382.

Vos, J. de. (2002). La frontera sur y sus fronteras: una visión histórica. In E. F. K. Michel (Ed.), Identidades, migraciones y género en la frontera sur de México (ECOSUR-EL, pp. 49–67).

Wiesner, M. L. R., y Cruz, H. Á. (2019). Migración internacional en la región centroamericana: cambios y características actuales. In F. Pardo (Ed.), América Latina en las dinámicas de la migración internacional. Perspectivas críticas (Universidad, pp. 57–81).

Winton, A. (2016). Entre fronteras: un estudio exploratorio sobre la diversidad sexual y movilidad en la Frontera Sur de México.

Winton, A. (2017). Cuerpos disidentes en movimiento: miradas sobre movilidad transgénero desde la frontera sur de México. El Cotidiano, 202, 115–126.