Otro entierro

Otro entierro

Comienza el embrujo, aguijón traicionero,

olvida mi nombre, que ya no te quiero;

tu cuerpo risueño se baña de hierro,

pues necio, tu eros exige un entierro.

“¡Contempla!”, se anuncia esa daga maldita,

aquella se empuña con sed de alabanzas.

Mi vieja enemiga emerge infinita

e infecta mi envés con obscenas punzadas.

Cruel mazo de carne te arraiga diamante:

Un golpe asesino, te tornas divino.

Tu orgullo de adonis declara: “Mi amante,

espero te admire artefacto tan fino”.

Malogras el sexo con cada cornada,

mi escasa apetencia se cubre indignada.

Contemplo mis nervios, salinificado;

me irrita tu idea de un hombre elevado.

Me has dado una muerte vulgar y cualquiera,

la rabia en mi vientre, ¡qué santa!, te espera;

de pésimo gusto el ropaje elegido:

un velo de klínex, qué macho jodido.