Querida cuerpa:

Querida cuerpa:

Aún nos recuerdo hace algunos años; cuando te sentía tan ajena, cuando el mundo me hacía sentir que me tenías aprisionada, cuando incluso sentía dolor por lo que no tenías… Ahora veo que ambas éramos prisioneras de un sistema que siempre nos hizo sentir que no encajabas. Cuando nací te asignaron varón, pero nunca pareciste varón. Sin importar cuánto te forzara, nunca encajaste en ese papel, y yo sentía que estábamos tan lejos del otro polo que sencillamente asumimos que siempre sería así.

Cuando tenía 18 años me di cuenta de que de cualquier forma teníamos que aprender a vivir juntas, que ni yo me podía deshacer de ti, ni tú de mí. Así que, en esa época, adelgazamos 20 kilos. Imaginaba que tal vez lo que me generaba incomodidad sobre mi cuerpa era su gordura, pero aun cuando estuvo delgada sentimos disforia; aun así no se sentía como algo nuestro, y era demasiado frustrante pensar en la forma en que tenía que limitar mi alimentación para poder estar así. Fue entonces que no me quedó más que dejar de negar aquellos pensamientos que habían rumiado en mí desde que tengo memoria: ¿y si no era hombre? ¿Y si sencillamente era alguien distinto a quien me habían dicho que tenía que ser? ¿Podría ser por eso que mi cuerpa no encajaba? Así abracé la no binariedad: un maravilloso mar de posibilidades en donde me sentía libre de explorar lo que me gustaba; así empecé a vestirte más libremente. Después de un año me di cuenta de que había sido un viaje maravilloso, pero que aún no llegaba a donde queríamos llegar; que aunque había sido un proceso lleno de autodescubrimiento y libertad, no se sentía como la identidad que queríamos encarnar. Así acepté lo que siempre había pensado: yo soy mujer.

Cuando te miré con esos ojos, por primera vez entendí lo que realmente buscaba para sentirme cómoda contigo. Así comencé a experimentar con aquellas cosas con las que nos veíamos más cómodas y felices, a pesar de que esto implicara enfrentarnos a las miradas que señalaban la desobediencia al cis-tema, los comentarios y cuchicheos que intentaban regresarnos a la opresión. Viviendo esas emociones pasaron los años, y estábamos muy indecisas sobre tomar o no un tratamiento hormonal de reafirmación de género.

Pese a la incertidumbre, en 2023 decidimos que lo queríamos intentar a pesar de todo; del miedo y del rechazo. Esta era una de las primeras decisiones en nuestra vida que serían sólo nuestras y para nosotras: quería que fuera un regalo para las dos.

El 23 de febrero de 2024 me puse mi primer parche y tomé las pastillas que me habían recetado. Estaba tan emocionada… soñaba con ver los secretos que ocultabas. No sabía si me crecerían los pechos o las caderas, o si cambiaría mi rostro.

Así han pasado los días, uno a la vez, y ha sido una maravilla ver cada cambio. Nunca había percibido que nos sintiéramos tan cómodas, aunque aún hay algunas heridas que cargamos. Últimamente nos dicen que somos bonitas, que tenemos una cuerpa sexy, pero aún lo dudo. Aún me cuesta creer lo que perciben después de tantos años de desprecio; aún hay palabras que están adheridas a ti. Me disculpo por eso; lamento tanto haber permitido que los insultos y las palabras hirientes se quedaran en ti. Perdón por todas las veces que te he llevado al extremo por mis malos hábitos; perdón por todas las veces que intenté hacerte encajar en espacios donde nunca ibas a caber. Nadie me enseñó a amarte, pero hoy decido amarte; decido cuidarte y reconocerte porque eres parte de mí.

Te reconozco, te reconozco como mi cuerpa: prieta, transexual y estrogenada. Con tu piel tostada de café, con ese recubrimiento tan suave y agradable al tacto, que inicia en un par de pies medianos, coronados por unos tobillos fuertes y con esas piernas grandes y anchas; seguidas por tus rodillas llenas de marcas, como si tuvieran memoria de todo lo que han pasado. Con tus muslos inmensos y suaves que conducen al mayor exponente de la aparente discrepancia, un miembro que he aprendido a amar: un pene estrogenado al que le agradezco todo el placer que me ha permitido alcanzar y que, haciendo más evidente la supuesta contradicción, se enmarca en una cadera redonda y fértil, curvada como los cerros en el horizonte. Después, tu pubis y abdomen, que en conjunto son suaves y abultados, como una pequeña almohada para quien quiera apoyar su cabeza para descansar.

Les sigue ese maravilloso par de senos que cuelgan de tu pecho, que son como dos naranjas esponjosas y redondas que añoran caricias, junto con tus clavículas apenas marcadas que invitan a besarlas, y esos hombros delgados tan sensibles a los roces. De ahí parten tus brazos largos, en donde coloco tus parches hormonales; tus codos de una tonalidad más oscura, los antebrazos con algunas marcas de cortadas y tus manos pequeñas.

Por el otro lado observamos tu espalda, tan sensible al afecto, una espalda un poco ancha que se reduce a una cintura cada vez más notoria que corona tus pompis: un par sobresaliente y redondo, tan suave como un pan esponjoso para quien quiera morderlo.

Regresando a la parte superior se encuentra tu cuello, no tan largo y delicado, pero sí muy sensible a los besos y pequeños estímulos. Después, tu cabeza, que ostenta un rostro prieto con tonalidades rojizas y ovalado, con cejas pobladas que enmarcan tus ojos negros, grandes y almendrados, rodeados de pestañas largas y abundantes; un conjunto que genera una mirada profunda y soñadora en donde habitan la luna y las estrellas. Después está tu nariz larga que señala el camino a tus labios, un par grande y carnoso que desea probar y besarlo todo. En tu corona, una cantidad inmensa de cabellos apenas quebrados, de un castaño muy oscuro, como la tierra, que cuelgan cubriendo tus hombros como una cortina que limita la vista, como una invitación a descubrir lo que hay debajo.

Esta soy yo, esta es mi cuerpa; una cuerpa con una historia de exclusión y violencia. Una cuerpa feminizada que ha sido objetificada y a la que se le ha negado el placer. Una cuerpa que lucha contra las prohibiciones y el dolor, una identidad que revoluciona su percepción de su cuerpa, una revolución contra el cis-tema por la libertad de ser y habitarnos como somos.

Mi amada cuerpa: te amo. Gracias por todo. Perdón por todas las violencias, la objetificación, las cortadas y los moretones; eres bella, erótica y funcional. Desde ahora pretendo admirarte en cada oportunidad; deseo seguir aprendiendo a amarte y habitarte dignamente.

Mali.