Yo no soy tu hijo

Yo no soy tu hijo

TEXCOCO DE MORA, MÉXICO, A 09 DE ABRIL DE 2023

Isa Judha Cabrera

A MI PADRE:

Querido padre, sembrador de la semilla en la tierra fértil de mi madre, el hombre que a gritos me reprendía por no escribir con la mano derecha como “se debería”, y que con un temor disfrazado de respeto me hacía profesar obediencia: esta carta es para ti. Con estas líneas te expreso lo que con la voz no pude. Hoy, cuatro décadas después de que me dieras la vida, al mirarte dormitando en tu viejo sofá de tapices verdes por los rayos del sol decolorados, al escuchar tu ronquido y observar tu boca entreabierta, me dan tantas ganas de correr hacia ti, acicalar tu cabellera blanca, besar tu frente, susurrarte al oído todo aquello que guardé en secreto. Decirte que te amo, aunque nunca me lo hayas dicho, decirte lo fuerte que me hiciste, aunque débil fuiste y me abandonaste sin importarte nada, a mi suerte, con mi madre.

Querido padre: hoy, mientras dormitas, te pido que entre sueños mi voz escuches, y que esta vez no me ignores como otras tantas antes; que mis gritos no mueran en el sepulcral silencio de tu indiferencia. Sé que me amaste a tu manera, aunque no amaras realmente a quien soy, sino a quien querías que yo fuera. Por eso hoy te digo, padre mío, que a quien tienes a tu lado NO ES TU HIJO… nunca lo fue, nunca lo ha sido, y contenta media vida hubiera entregado para que de ello te dieses cuenta cuando apenas era una niña. Para que entre tus brazos fuertes me hubieras abrazado y, con su calor, de tanta frialdad cruel y mundana me hubieras protegido. Que me arroparas con el melódico sonido de tu voz, diciendo: “todo estará bien, mi niña hermosa”, en vez de darme a beber por cuarenta años del gélido licor de tu indolencia.

Yo no soy tu hijo, padre mío, nunca lo he sido. No insistas en llamarme así; ni en privado ni ante otras personas, porque del odio y temor hacia lo que soy se pinta mi piel. Las manos me sudan, aunque lo que expelen no es sudor, sino el llanto que busca salir por donde pueda, como ratón en ratonera, por miedo a defraudarte, por bochorno, turbación o vergüenza. Perdón si fracasé en el karate o al practicar futbol americano, perdón si no tuve novias ni amoríos promiscuos como tuviste tú a mi edad, perdón si con tus amigos no podías de mí presumir. Perdón por ser una chica con un pene colgando bajo la ropa; no fue tu culpa y no fue la mía. Quizá fue una ironía de aquel nazareno que murió en la cruz sobre el Calvario un día.

Yo no soy tu hijo, papi, soy tu hija. Y aunque tal vez nunca leas estas líneas, aunque en público insistas en llamarme de otra manera, quiero que sepas que mi corazón te perdona y que, con amor, tu recuerdo lleva. Sigue durmiendo, papi, con tu boquita entreabierta, con el hilo de saliva que recorre tu barbilla como telaraña y la sinfonía de ronquidos que de tu garganta emana. Quizá un día ya no despiertes, y entonces, entre gusanos, olvido y tierra, al final comprendas lo que yo era.

CON AMOR, TU HIJA.